Aniversario Territorios

LUISA IDOATE M edianoche. El reportaje, listo para entregar. Hice café y lo empecé de nuevo. ¿Era confuso? ¿Tenía errores? ¿Faltaban datos? ¿Lento, pesa- do? No. ¿Entonces? Quería más. Quería recorrer los laberintos del escritor Philip K. Dick entre la realidad y la ficción, la cordura y la locura, lo imaginado, lo vivi- do, lo temido. Contarlo. Y abrir puertas que abrieran más. Agarrada al dato. Con el qué, cómo, por qué y para qué por delan- te. Con una mirada imprevisible, inespe- rada, transversal, profunda, no conven- cional. Eso es Territorios: querer más. Como en el amor, an- tes o después, te pre- guntas: ¿me eligió él o lo elegí yo? No sé la res- puesta. Pero sé que es escribir sin clichés, lí- mites ni fronteras. Ol- vidar la palabra impo- sible. Pensar cómo lo hago, no si lo puedo hacer. Huir de lo ba- nal, impostado, sensiblero, manido, pres- cindible y superficial; del artificio y el pos- tureo. Enfocar alto y lejos. A lo grande. Como hice al llamar desde Creta para tra- bajar en Territorios hace veintitrés años. A orillas del Egeo, empezó mi viaje. ¿Inspiración? No existe. Todo es traba- jo. Pensar. Darle vueltas a la realidad, al ayer y al mañana. Relacionar el espacio y el tiempo. Observar la cultura desde arri- ba, abajo, dentro, fuera, adelante y atrás. Estar alerta a lo que te rodea. Saber mi- rar y, sobre todo, ver. Descubrir historias al cruzar un puente, contemplar un cua- dro, hojear un libro, escuchar una can- ción. Anotarlas en la calle, el museo, la tienda, el metro y la sala de espera. Has- ta en los tickets de compra. Los reportajes son distintos e iguales a la vez. Siempre hay que coger el dato y ti- rar del hilo. Avanzar, retroceder, ahondar, investigar, diversificar, reagrupar. Con- trastar. Eliminar. Encontrar lo que no pen- sabas. Y tirar del hilo otra vez. ¿Preferi- dos? Todos y ninguno, como los hijos. ¿El más difícil? Seguramente esta columna, por estar involucrada. ¿Quién eligió a quién? Qué más da. Territorios es un pri- vilegio. ¿Cómo resistirse a él? ¿Inspiración? No existe. Todo es trabajo. Pensar. Darle vueltas. NÚMERO 1.500 EN PRIMERA PERSONA Amados jefes Leyendo y fumando IÑAKI EZKERRA H ubo un tiempo en el que las rese- ñas de libros de este periódico es- taban enmanos de Dios. Hablo de mediados de los años 80 en los que yo em- pecé a escribirlas y en los que mi crítica podía posponerse para el día siguiente si el lugar previsto para ella era ocupado a últi- ma hora por una esquela. Al parecer ha- bía una relación de vasos comunicantes entre la sección de Cultura y la de Obitua- rios, lo cual nome parece insólito pues los libros sonmuertos que resucitan cuando los leemos y morirse es a fin de cuentas un acto cultural. La cosa es que, cada se- mana en que yo entregaba mi reseña, re- zaba por que no se muriera nadie a últi- ma hora y unía, así, mi interés egoísta a un sentimiento de cristiana piedad. De aquellos años recuerdo la figura en- trañable y pionera de Esteban Sánchez. En una década, del 85 al 95, se fue desarro- llando el embrión de los actuales espacios para los libros y pasamos a disponer de dos páginas fijas que yo tenía lamisión de supervisar ya sinmiedo a queme las qui- taran los fieles difuntos. Recuerdo que du- rante un tiempome relevó en esa tarea un querido amigo, Juan Carlos Salaverri, de- vorador compulsivo de los cuentos de Carver. Y recuerdo también que hubo una época en que yo subía una tarde a la semana a Pintor Losa- da 7 para encajar los textos en el monitor de un ordenadormientras llenaba un cenicero de colillas. La linoti- pia ya era leyenda y pronto lo sería tam- bién el humo en las oficinas. Y así llegó el Territorios como una tierra prometida, un suelo firme para la crítica, y me relevó en esas lides Cuca Gutiérrez, a la que siguie- ron otros grandes profesionales en la su- pervisión del suplemento. Al Territorios yo le debo mucho. Le debo haber podido seguir leyendo y fumando en casa duran- te tres décadas como un pionero del tele- trabajo que pondría demoda el Covid. No habría podido soportar las restricciones al tabaco que se impusieron después en las redacciones y que acabaron con el ro- manticismo bogartiano en el periodismo. Territorios llegó como la tierra prometida, un suelo firme para la crítica ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT H ace ya unbuenmontónde añosme llamó por teléfono una tal Nieves Fontova, periodista de EL CORREO, a la cual desconocía por completo. Quería hacerme una propuesta de colaboración con el suplemento cultural de su periódi- co. Me quedé de una pieza. No tenía lazo alguno con Bilbao y su ofrecimiento me resultaba sorprendente. Le pregunté si ha- bía recibido alguna recomendación con mi nombre y ella, lacónica, respondió: «No. Seme ha ocurrido amí». No soymuy par- tidaria de las colaboraciones porque cada vez tengomenos ideas y prefiero guardar- las para las novelas. Sin embargo, acepté. No llegué a sospechar que ese sería el ini- cio de una larga andadura. En cuanto hubo unamínima confianza, empecé amandar- le mis artículos con el encabezado «ama- da jefa». Me gusta bromear y derribar ba- rreras convencionales. No protestó. Des- pués de un tiempomuy fructífero, llegómi segundo «amado jefe»: César Coca. Con él lle- garon muchas cosas nuevas: di una charla en la escuela de periodis- mo de EL CORREO, a instancias suyas cola- boré en la sección de Deportes con piezas «fuera de norma» cuando había campeo- nato europeo de fútbol (nunca me he di- vertido tanto), él presentó libros míos en la capital… empezaron a premiarme en Bilbao, y empecé a tenermuchosmás lec- tores en el País Vasco. Mi tercera «amada jefa» es la actual directora: Teresa Abajo. Parecerá que quiero hacerle la pelota, pero me da igual. Es un encanto: inteligente, amable, cariñosa…Ninguno demis ama- dos jefes me censuró jamás ni una línea. Tampoco intentaron influenciarme en ideas u opiniones. ¡Nunca me echaron broncas! Todo impecable. Territorios ha incidido enmi vida siem- pre para bien. He hecho nuevos amigos en la ciudad, la he visitado conmás frecuen- cia y ahorame sientomuy vinculada a ella. Felicito a Territorios en su número 1.500 y me felicito a mí misma. Mi minúscula participación me ha procurado grandes beneficios. Una excelente inversión. He hecho nuevos amigos en Bilbao y tengo más lectores en el País Vasco Puentes en la jungla C yril Connolly comparaba el reseñis- mo de libros en los periódicos con la construcción de puentes en «al- gún clima tropical imposible». Un trabajo poco saludable y baldío: por cada palmo de selva desbrozado, la selva avanza el do- ble durante la noche. Y eso que hace un si- glo los presentadores del telediario aúnno publicaban novelas sobre sentimientos, reinasmedievales y Auschwitz, en ocasio- nes sobre las tres cosas a la vez. Hoy la ava- lancha de novedades es disparatada y el lector del periódico debe encontrar en el reseñista una voz que consiga imponerse entre la confusión. «¡Por aquí, rápido, sí- ganme!», en el mejor de los casos; «¡detén- ganse, por ahí se va al abismo!», en los peo- res. Que a esa voz que clama en la jungla –peleando también contra la algarabía de los tucanes de la promoción y las oropén- dolas del compadreo– pueda cuestioná- serle el criterio pero no la honestidad es el propósito al queme aferré enmi prime- ra reseña en Territorios, que fue lo prime- ro que firmé en el periódico. Desde enton- ces, lo quemásme hanpreguntado los lec- tores es si los autores llegan a ponerse vio- lentos cuando la crítica es desfavorable. Contesto aquí: se está perdiendo la costumbre. Aunque nunca he en- tendido la importancia que se leda a la agresión física cuando el daño psíquico, que es siem- premayor, el autor ya lo ha causado con su libro. El reverso satisfacto- rio consiste en encontrar una obra valio- sa y sentir que las palabras se ordenan «como limaduras de hierro obedeciendo a un imán» (Orwell) para trasladar la feli- cidad a los lectores. Emitir juicios litera- rios en los periódicos es, en cualquier caso, arriesgado. En 1956 Edmund Wilson pu- blicó una crítica inteligente, bien escrita y absolutamente equivocada sobre ‘El se- ñor de los anillos’. La tituló ‘¡Ooooh, qué orcos tan horripilantes!’. En el terreno na- cional, ‘Clarín’ dictaminó que el primer Valle-Inclán no merecía ir preso por las cosas que escribía, pero sí merecía al me- nos que lo anduviesen buscando. Me preguntan si los autores llegan a ponerse violentos: se está perdiendo la costumbre Mi viaje empezó en Creta Sábado 15.03.25 EL CORREO 12 TERRITORIOS DE LA CULTURA

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